domingo, 27 de abril de 2008

QUEREMOS DISEÑAR NUESTRAS VIDAS ?


Mientras corre, un niño de unos 3 años de edad se golpea contra una mesa y comienza a llorar. Su madre lo acoge e intenta consolarlo y para ello castiga a la mesa golpeándola y diciéndole “mesa tonta, mesa tonta, tonta !, porqué le hiciste eso a mi hijo !!!”. El niño observa, se calma y deja de llorar.
Parece bastante común hacer ésto, ver a algunos padres consolar a sus hijos de esta manera, es decir, asegurándose de que presenciaran cómo era castigado el culpable del sufrimiento. Estas escenas tan cotidianas me provocaron curiosidad durante mucho tiempo. No lograba encuadrarlas dentro de mis esquemas, no podía encontrarles sentido del todo, algo no encajaba. Obviamente la mesa es algo inanimado y escuchar que le hablaban resultaba divertido, más aún si la castigaban y le decían que era tonta, pero eso era entendible pues había un componente lúdico.

Finalmente descubrí que mi incomodidad con la situación estaba ligada al plano de la causalidad: quién o qué provocó el sufrimiento de ese niño ? Quién o qué hizo que se golpeara ?. Sin dudas la mesa era la menos responsable del problema. Mis posibles respuestas eran:
- El propio niño provocó el accidente ya que por su edad era poco diestro
- Los padres, quienes no cuidaron de los peligros del entorno
- El dueño de la mesa, por mantener una condición insegura para los niños
- El amiguito que lo perseguía cuando se golpeó
Bueno, en fin....quizás hay muchas alternativas más pero una cosa era clara: el mensaje que transmitía la madre al niño no estaba asociado a ninguna de las alternativas enunciadas. El mensaje estaba ligado precisamente con la causa que yo consideraba imposible: el actuar de la mesa. Qué lectura le daría el niño al episodio de ver que castigaban a la mesa ? Qué cuentas sacaría el infante que lo hacían conformarse y calmarse viendo que castigaban a la mesa?
Ahora advierto que un episodio tan trivial era parte importante de la manera como nos enseñamos desde pequeños a evadir la responsabilidad por nuestro propio destino. Era una de nuestras prácticas cotidianas que nos hacen ver nuestras vidas como algo de lo cual no somos responsables, como algo sobre lo que no tenemos control. Es una de las miles de conductas que modelan nuestra convicción de que el destino está escrito. Así nos convertimos en personas que tomamos pocas iniciativas para transformarnos en lo que queremos ser. Siempre estamos viviendo lo que nos “tocó ser”. Así es como aprendemos a “desapropiarnos”, es decir, a des-responsabilizarnos, a no sentir propias las acciones destinadas a provocar que las cosas resulten. Parece que no es fácil admitir ésto cuando durante mucho tiempo nos hemos sentido más bien víctimas de las circunstancias, pero como señala S.Covey, (autor de Los 7 hábitos de la gente altamente exitosa), mientras no podamos decir que nuestra situación actual es producto de nuestras decisiones pasadas, tampoco podremos decir “he decidido cambiar, voy a modificar ésto o aquello, seré diferente”.
Castigando a la mesa, el chico aprendió que no puede evitar golpearse porque no depende de él: depende de la mesa, no de sus habilidades motrices, ni de su desarrollo, ni de su aprendizaje ni de su experiencia, ni de sus decisiones.
Quizás algo tan sencillo como consolarlo y recomendarle que tenga más cuidado resulte más útil para su formación. Habrá que explicarle que lo que sucedió depende de sus propias destrezas, que es controlable y modificable, qué es él quien hará posible que aquello no ocurra.
Los seres humanos estamos formados en la “desapropiación”, y ello nos brinda una coartada automática para explicar porqué no somos lo que queremos ser o porqué no sucede lo que queremos provocar. Estamos mejor preparados para dar explicaciones sobre porqué no pudimos terminar un trabajo que para hacer que se termine. Nos resulta más cómodo “culpar a la mesa” que buscar en nuestras decisiones y acciones la causa de lo que nos pasa.
Una de mis hijas me decía: “papá, ingresé a una difícil carrera universitaria; estadísticamente al final del primer año sólo aprueba el 20 % de los que entraron, por lo que la probabilidad de que fracase este año es de 80 %”.
Yo le dije; “Tú no eres una estadística, eres Francisca. Las estadísticas no hablan de lo que pasará en el futuro contigo, hablan del pasado y están bien para una descripción periodística y para ayudar a diseñar el futuro. De manera anticipada estás "culpando a la mesa.”. Y luego agregué la siguiente pregunta: “Hija, qué me dirías si te pregunto cuál es la probabilidad de que tú estés dentro del 20% que tiene éxito ?” y ella responde: “es alta esa probabilidad porque soy estudiosa”.
Entonces la probabilidad específica para Francisca de fracasar no es 80% porque depende de ella. No de la estadística.

Lo interesante es advertir que funcionamos según la forma en que nos auto-explicamos, pero las explicaciones (y las auto-explicaciones) son antojadizas. Podemos darnos la explicación que queramos y lo apropiado sería darse aquella que más sirve a nuestro objetivo. Hace un tiempo una señora que entraba a una oficina en el edificio donde yo trabajaba se tropezó cuando se le enganchó el taco en una toma de enchufes del suelo cuya tapa estaba fracturada hacía tiempo. Varios de los colegas especularon sobre las causas del incidente y decidí hacer una encuesta. Pedí a varios colegas que me respondieran la pregunta: ¿porqué se tropezó la señora?. Entre las respuestas estaban éstas:
- Porque la tapa estaba defectuosa
- Porque la señora ve mal, no se fijó que había una tapa defectuosa
- Porque la señora era muy viejita y no escuchó la advertencia que le hicieron
- Porque el encargado de reparar la tapa es irresponsable. Hace dos semanas que debió hacerlo
- Porque Juan olvidó poner el letrero de advertencia
- Porque el edificio está mal diseñado, no debería haber tomas de enchufes en el suelo
- Porque el jefe no se preocupa de la seguridad de los funcionarios
Lo curioso es que todas estas explicaciones son aceptables simultáneamente !!!, pero, dependiendo de la explicación aceptada, los caminos de acción serán distintos. Con cuál de ellas nos quedamos entonces ?, qué criterio debemos utilizar para decidir ?.
Siempre escogemos la explicación adecuada a nuestros objetivos, la más poderosa, o aceptamos (o no aceptamos) la explicación “oficial”. En este caso, tuvimos que acatar la explicación oficial, la del gerente: “porque el encargado de reparar la tapa es irresponsable. Hace dos semanas que debió hacerlo”. Esto significó una amonestación para el encargado e impuso un camino de acción distinto del que se habría tomado si la explicación aceptada hubiese sido por ejemplo “porque la señora ve mal, no se fijó que había una tapa defectuosa”. En este último caso no hubiese habido amonestación para el encargado por ejemplo.
El papel de las explicaciones en nuestras vidas es crucial y no es la idea extenderse más aquí. Al lector interesado lo invito a revisar el planteamiento de H.Maturana sobre el explicar. Pueden ver un resumen en mi blog cuya dirección anoté al final.
Volviendo al ejemplo de la mesa, no podríamos haber consolado a la señora castigando a la tapa y diciéndole “tapa tonta”, pero explicar el incidente aduciendo un defecto de la tapa es, en cierta medida, “culpar a la mesa”. Es desapropiarse, es decir “pasó lo que pasó”, en definitiva .... es no decir nada. No provoca acción. Utilizar esta idea de desapropiación-apropiación es muy útil. Nos hace pensar en la factibilidad de tomar las riendas de nuestras cosas, nos hace ser más proactivos.
Claro está que no somos magos. Hay miles de cosas que no podemos controlar, pero podemos controlar nuestras reacciones ante esas cosas, nuestra respuesta, podemos adoptar una u otra explicación a los sucesos. En definitiva, podemos escoger el camino de acción y, por lo tanto, podemos diseñar lo que deseamos que suceda.. No deberíamos esperar que las cosas sucedan. En realidad son las cosas las que están esperando que nosotros las hagamos suceder.

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