martes, 20 de mayo de 2014

Autor: Lautaro Gajardo Millas
Estado: Público
N° de páginas: 140 
Tamaño: 170x235 
Interior: Blanco y negro
Maquetación: Pegado
Acabado portada: Brillo
ISBN Acabado en rústica: 978-956-351-705-7


Por qué nos cuesta dejar el cigarrillo?, ¿cuál es la dificultad que hay que vencer para terminar con el hábito?, ¿cómo se entiende que se destinen tantos recursos para asistir a los adictos si casi todos los que dejan de fumar lo hacen sin ayuda, de un día para otro y más de la mitad de ellos declara que no fue en absoluto difícil?.

Este libro propone respuestas a estas interrogantes desafiando el enfoque médico del tabaquismo y la responsabilidad que se atribuye a la nicotina en virtud de su propiedad adictiva.

El autor narra su experiencia personal sobre el tema y, escarbando en la dinámica justificativa del adicto, pone en el banquillo de los acusados al propio fumador y exime de toda responsabilidad al cigarrillo, aportando las herramientas necesarias para dejar el hábito por nuestros propios medios, tal como lo hizo la abrumadora mayoría de los ex fumadores.

lunes, 19 de mayo de 2014

Lautaro Gajardo Millas lanzó el libro "FUMAR O NO FUMAR, ¿CÓMO DECIDIR?"

Por qué nos cuesta dejar el cigarrillo?, ¿cuál es la dificultad que hay que vencer para terminar con el hábito?, ¿cómo se entiende que se destinen tantos recursos para asistir a los adictos si casi todos los que dejan de fumar lo hacen sin ayuda, de un día para otro y más de la mitad de ellos declara que no fue en absoluto difícil?. El libro "Fumar o no fumar, ¿cómo decidir?" propone respuestas a estas interrogantes desafiando el enfoque médico del tabaquismo y la responsabilidad que se atribuye a la nicotina en virtud de su propiedad adictiva. El autor narra su experiencia personal sobre el tema y, escarbando en la dinámica justificativa del adicto, pone en el banquillo de los acusados al propio fumador y exime de toda responsabilidad al cigarrillo, aportando las herramientas necesarias para dejar el hábito por nuestros propios medios, tal como lo hizo la abrumadora mayoría de los ex fumadores.
 
Se puede adquirir electrónico (pdf) o físico en www.mercadolibre.cl



sábado, 6 de agosto de 2011

EL TABAQUISMO NO ES UN PROBLEMA MEDICO

La medicina y los laboratorios lo han medicalizado

El 90% de los que dejan el cigarrillo lo hacen por voluntad propia, de un día para otro y más de la mitad de ellos declara que no fue en absoluto difícil.

Detrás de estos datos se esconde una característica poco conocida de la consciencia humana que puede ser la clave para eliminar el hábito de fumar y es el hecho de que no son los fármacos o las terapias las que han gatillado la decisión de suspender el consumo de cigarrillos, sino que ha sido la mera voluntad, cuando ella se manifiesta en el individuo como jugando un rol activo.

El hecho de que la voluntad -motor del proceso de toma de decisiones- juegue un rol activo o pasivo, depende a su vez, del la perspectiva ontológica desde la que el individuo se ve a si mismo y al entorno. De la forma en que éste se explica a si mismo y a su entorno. Esta mirada, es decir, la manera cómo el individuo explica su dinámica general como ser humano y específicamente, su propio actuar, le provee de una explicación u otra sobre por qué no puede dejar de fumar. De esa mirada depende la interpretación que el adicto tenga sobre si la "dificultad" es una característica inherente al hábito o es una forma de relacionarse con él. Le dice si la libertad para decidir es una característica objetiva independiente del observador o una manera de relacionarse con las acciones que lo mueven en su vida cotidiana. En general, le provee de la clase de interpretación sobre los fenómenos, que configuran sus líneas de acción

Todas las terapias ya sean psicológicas, conductuales, farmacológicas, consideran implícitamente que el individuo tomará la decisión por el miedo a las consecuencias negativas y que el hábito es función de la intensidad de los deseos de fumar la que, a su vez depende del grado de adición.

Terapias psicoconductuaes: El individuo sufre porque es víctima de la "dificultad de dejar el cigarrillo" entendida erróneamente como característica constitutiva del hábito y no como una característica de la relación hábito-individuo. La terapia le "ayuda" a mantener la decisión de dejar el tabaco.

El lado morboso de este enfoque es que la decisión de suspender el cigarrillo representa una obligación dolorosa impuesta por una circunstancia externa, evitando "tragedias" mayores. La decisión es una decisión neurótica porque no armoniza con sus emociones. Hay una tensión fuerte entre los deseos de fumar y el miedo a las consecuencias.

Terapias farmacológicas: Operan de manera similar, con la diferencia de que se aprovecha la tecnología de mitigación de las ansias de fumar y el síndrome de abstinencia. Son utilizados en las terapias farmacológicas bajo el supuesto implícito de que los deseos de fumar son los responsables de la mantención del hábito. Se supone a su vez, que los deseos de fumar tienen como causa única el grado de adición, es decir, la condición psicofísica del adicto. La decisión también es una decisión neurótica porque no armoniza con las emociones del adicto.

Conclusión: la manera más sana y eficaz de dejar el tabaquismo es hacerlo por voluntad propia, motivado por una Intervención ontológica: No es una terapia propiamente tal. Es una herramienta conversacional, lingüística con resultado terapéutico. Se diferencia de la terapia psicoconductual en que opera cuestionando los postulados básicos aceptados a priori sobre los que descansa la interpretación clásica del fenómeno humano y genera una nueva mirada en virtud de la cual el individuo adopta una explicación diferente a la original sobre por qué no puede dejar de fumar, la que le permite tomar con facilidad la decisión al desprenderse de las justificaciones que le hacían mantener el hábito. La explicación nueva sobre por qué no puede dejar de fumar surge de manera natural gracias a que en el individuo se ha constituido la experiencia de sentirse a cargo de lo que hace. Por ello, la nueva explicación se presenta sólo como explicación y no como justificación, es decir, no es una explicación eximente. El individuo deja el hábito del tabaco como consecuencia de una decisión que le parece clara, obvia, lógica y no como una obligación dolorosa impuesta por una circunstancia externa. Es una decisión "saludable", no neurótica.

viernes, 27 de febrero de 2009

¿ES DIFÍCIL DEJAR DE FUMAR?

 

"Hablemos de dejar de fumar sin hablar de cómo hacerlo. No se necesita"

 

La "dificultad" de algo no es una característica constitutiva de ese algo. Cuando decimos "la matemática es difícil" no estamos hablando de una propiedad de la matemática sino de la relación que establece el sujeto que juzga, con la matemática. Emitir un juicio genera una relación con lo juzgado y configura un camino de acción particular. "Cuando emitimos un juicio nos relacionamos con lo que estamos juzgando desde el punto de vista de nuestras inquietudes y lo formulamos en términos de las posibilidades que abre o cierra para nosotros" (R.Echeverría, Ontología del Lenguaje). Los juicios determinan nuestras condiciones, la forma en que vivimos y configuran nuestras posibilidades futuras.

 

Tenía yo 25 años y ya fumaba desde hacía 9. Recuerdo que le pregunté a un médico de la familia cómo podía dejar de fumar, cómo podía vencer la dificultad de hacerlo. El médico me dijo "deja de fumar". Yo repetí la pregunta intentando escuchar alguna argumentación técnica sobre las razones de la dificultad y los mecanismos para dejar el vicio, pero nuevamente el doctor me responde "simplemente déjalo".

 

La respuesta me pareció ciertamente pobre, sobre todo viniendo de un especialista. No obstante involucraba una profunda sabiduría. Efectivamente lo que había que hacer era dejarlo sin cuestionamientos o deliberaciones. En ese momento en realidad yo buscaba robustecer mi convicción de que eso era difícil, para alimentar mi coartada contra la abstinencia.

 

Quizás lo que le faltó a este especialista para provocar en mi un cambio de conducta fue convencerme de que mi dificultad para dejar el cigarrillo tenía que ver con mi propia interpretación sobre el problema y no con el hábito de fumar. En ese momento yo no consideraba que las decisiones están asociadas a elementos internos que, si bien se gatillan desde afuera, se producen dentro del individuo. Todo lo que éste decide es una puerta que se abre desde adentro.

 

Supongamos que soy estudiante de la carrera de historia cuyo programa incluye un ramo de estadísticas. Imaginemos que miro el programa y digo "la estadística es infame". Entonces me relaciono con la estadística (aquello que juzgo) desde el punto de vista de mis inquietudes, es decir, de mi preocupación porque debo tomar obligatoriamente el ramo. Por otra parte el juicio de "infame" lo formulo en términos de las posibilidades que (en este caso) se me cierran por tener que estudiar algo que no me gusta ya que probablemente no podré disfrutar del estudio como con otras materias o deberé esforzarme mucho más que lo normal para tener éxito en esa materia, restándole horas al ocio.

 

Decir que algo es difícil por lo tanto, no es estar describiendo una de las características de ese algo, sino que en realidad es determinar el tipo de relación que establecemos con aquello que juzgamos.

Cuando decimos "es difícil dejar de fumar" estamos haciendo varias cosas inútiles:

 

1.- Estamos tratando la dificultad de dejar de fumar como una característica inherente al hábito y por lo tanto desvinculada de nuestra voluntad.

 

2.- Estamos utilizando el juicio de dificultad como una explicación de la situación, es decir, como el mecanismo que genera la situación explicada.

 

3.- Al apelar tácitamente al juicio de dificultad como característica constitutiva del hábito de fumar, estamos validando esa explicación como "la explicación correcta".

 

4.- Estamos aceptando la explicación como una justificación para el fumador, eximiéndolo de responsabilidad.

 

El resultado es que cerramos la posibilidad de eliminar el hábito por nuestra propia voluntad ya que asumimos que es algo que no depende de nosotros sino que es el resultado de condiciones externas no controlables.

 

Cuando nos preguntamos acerca de por qué es difícil dejar de fumar (u otro hábito cualquiera que deseemos modificar), lo primero que debemos hacer es cuestionar la propia pregunta. Tiene sentido la pregunta ?. El sólo hacerla refleja una mirada inadecuada sobre el problema. No hay que hacer la pregunta: hay que cambiar la mirada sobre el asunto.

 

Existen múltiples justificaciones que "se saltan" la voluntad y nos entregan una buena coartada para no dejar de fumar. Por ejemplo se dice que "es difícil dejar de fumar porque la nicotina produce adicción", y si bien es verdadero que la nicotina es adictiva, resulta absolutamente inapropiado asumir esta característica como la explicación "válida" de la dificultad para dejar el cigarrillo (en general esto opera respecto de la modificación de cualquier otra conducta del ser humano), ya que el hecho de que nuestras decisiones siempre constituyen un acto volitivo es algo que no resiste análisis. De hecho está demostrado que la mayoría deja el cigarrillo por su cuenta, de un día para otro.

 

 

Se esgrimen argumentos como síndrome de deprivación, dependencia física, sicológica, social, etc., pero el problema se genera cuando se pretende establecer que tales características explican y justifican la condición de fumador.

 

Nuestras decisiones siempre implican optar. Dejamos de hacer algo en beneficio de lograr otra cosa. Todo tiene lo que en economía se conoce como costo alternativo. Dejar de fumar implica por lo tanto, privarse de ciertas cosas para favorecer la obtención de otras y desde este punto de vista dejar de fumar no se diferencia cualitativamente de miles de otras decisiones sobre cambios de conducta que tomamos las personas. "Desde ahora llegaré temprano al trabajo" por ejemplo, es una decisión cualitativamente similar.

 

Algún fumador impermeable a los argumentos vertidos aquí podrá esgrimir que la nicotina es adictiva y que, en consecuencia, la dificultad de mantenerse sin fumar es mayor que la del esfuerzo involucrado en llegar temprano al trabajo, ya que la adicción implica la búsqueda compulsiva de la nicotina, pero ¿cuánto mayor es la dificultad de dejar el cigarrillo respecto de la dificultad de mantener la promesa de llegar temprano al trabajo?, ¿se puede medir?, ¿existe un grado de dificultad a partir del cual la voluntad es ineficaz para provocar un cambio de conducta?. El punto está simplemente en la disposición emocional del fumador a dejar de serlo y eso se relaciona directamente con la forma en que él explica su situación. Es evidente que este tipo de decisiones que involucran cambios de hábito requieren de la voluntad del sujeto para mantenerse en el cambio, pero se trata justamente de eso: de "hacerlo". Cómo explicaríamos, si la voluntad fuese ineficaz, el hecho de que alguien que se declara en huelga de hambre sea capaz de decidir permanecer sin alimentación durante varios días a pesar de que el "comer" es una necesidad biológica cuya insatisfacción compromete la propia vida del individuo?.

 

Es frecuente que la sicología trate el tabaquismo como una enfermedad, lo cual refuerza en los fumadores su convicción de que la dificultad de dejar el cigarrillo es una característica propia del hábito y no una forma de relacionarse con él, pero, para que se constituya lo patológico es necesario el consentimiento del sujeto ya que lo patológico no es más que un acuerdo social. Volvemos entonces a un asunto de mera voluntad ligado sólidamente a la manera en que el sujeto explica su circunstancia y no a la circunstancia explicada. El fenómeno explicado y la explicación habitan en mundos diferentes y disjuntos.

 

S. Covey (Los 7 hábitos de la gente altamente exitosa) dice que nuestra conducta depende de nuestras decisiones, no de nuestras condiciones. Una sentencia complementaria la aportó H. Ford: "Ya sea que pensemos que algo se puede o que no se puede, en ambos casos estamos en lo cierto".

 

Detrás de cada método para dejar de fumar, está la voluntad del individuo. Los métodos para dejar de fumar que se venden en el mercado están basados en la mirada "objetivista" del problema, es decir, aprovechan la mirada tradicional que los individuos tienen sobre el problema y como producto de ello, las personas pagan por un tratamiento cantidades bastante elevadas de dinero, pero finalmente el éxito descansa en la voluntad y disposición emocional del individuo, algo por lo que no es necesario pagar ya que todo eso lo llevamos dentro. No queremos decir que dichos métodos resulten completamente inútiles porque es verdad que en general ayudan a desincentivar los deseos de fumar, pero la acupuntura, el láser, la auto-hipnosis, los parches nicotinosos, chicles especiales, y cientos de otros métodos sólo sirven si el individuo está dispuesto a dejar de fumar. Estos métodos se vuelven más necesarios mientras mayor sea la inclinación del afectado a explicar su circunstancia de fumador apelando a condiciones externas como la adicción o la dificultad, pero pierden sentido si nuestra mirada se orienta más a la forma planteada aquí, es decir, centrando el problema en la manera como explicamos nuestro quehacer y en la forma en que nos observamos como observadores.

 

El diagnóstico que hacemos sobre nuestra situación de fumadores no corresponde a "lo que ocurre realmente" sino que a la expresión de nuestra propia forma de observar. Es por ello que para dejar de fumar hay que cambiar las explicaciones que nos damos sobre lo que nos acontece, de lo contrario lo único que tendremos es una buena explicación sobre por qué no podemos dejar de fumar y eso no sirve para dejar de fumar. Las explicaciones son en cierto sentido "antojadizas", las acciones no. Hay que dejar de explicar y actuar.

 

Usted quiere una buena explicación del por qué no puede dejar de fumar o quiere dejar de fumar ?.

 

La respuesta esperable es que quisiéramos dejar de fumar y una explicación sólo será importante si nos ayuda a dejar el hábito, pero las explicaciones tradicionales no consideran lo que hay detrás de una explicación y lo poderosa que puede ser una interpretación menos "objetivista" de eso a lo que llamamos "explicación".

 

No hay nada mejor para entorpecer el proceso hacia la eliminación del hábito de fumar que una buena explicación sobre por qué es difícil hacerlo.

 

Escarbando un poco en las explicaciones, cada "por qué" tiene una cantidad innumerable de respuestas.

 

Las explicaciones son la guía de nuestras acciones, de acuerdo a ellas escogemos el camino de acción para todo lo que hacemos y aunque nuestras actividades diarias están guiadas por las explicaciones conscientes o inconscientes que damos al acontecer, esas explicaciones no son más que un conjunto de información que nos ayuda a responder nuestras propias preguntas y habitan en un mundo separado de los fenómenos que pretendemos explicar. Ninguna explicación es una explicación en si misma. Lo que explicamos no son los fenómenos: explicamos nuestras experiencias y las explicamos con elementos de nuestra propia experiencia. (H. Maturana).

 

Fije su atención en el siguiente ejemplo:

 

Por qué voy al trabajo ?

 

Porque para eso me pagan

Porque necesito ganar dinero

Porque todos debemos trabajar

Porque me gusta

Porque el trabajo dignifica

Etc.

 

 

 

 

 

Todas estas explicaciones son coherentes y aceptables, pero no todas implican el mismo camino de acción:

 

 

"Porque para eso me pagan" implica que iré a mi trabajo sin cuestionamientos

"Porque necesito ganar dinero" puede abrir posibilidades de cambiarse a otros trabajos

"Porque me gusta" puede implicar que trabajaré aunque no lo necesite, etc.

 

 

Por qué llegué atrasado a mi trabajo ?

 

 

La explicación de mi jefe: "Porque soy irresponsable": Camino de acción: amonestación

 

La explicación mía: "Porque vivo lejos": Camino de acción: Mudarme más cerca

 

La explicación de mi amigo: "Porque eres descarado": Camino de acción: Me río de él pero no hago nada.

 

Adviértase que todas son aceptables aunque en este caso habrá que aceptar la del jefe ya que a él le hemos dado autoridad para establecer la explicación a adoptar, sin ser ninguna de ellas más "verdadera" que otra.

 

Aquí debemos rescatar lo siguiente: la explicación de algún fenómeno depende de quien explica, no del fenómeno explicado. (Como dijimos, las explicaciones y los fenómenos habitan en mundos distintos y que no se intersectan). Cada persona explicará de manera distinta un mismo fenómeno, porque no explicamos el fenómeno sino nuestra experiencia, tal como se vio en el ejemplo. Además, la explicación de algo depende del tipo de preguntas que se hace el que explica ese algo. Las explicaciones tienen que ver con las preguntas, no con los fenómenos a explicar.

 

Podemos preguntarnos ¿por qué caen los cuerpos? y conformarnos con la respuesta: "porque hay una fuerza que los atrae". He aquí las respuestas que se han dado en los últimos siglos a esta pregunta:

 

Porque está en ellos el caer

Porque los cuerpos "desean" estar en el piso

Porque los elementos ocupan su lugar natural en el universo

Porque los cuerpos "graves" hechos de tierra tienden a moverse hacia abajo

Porque algo los atrae hacia abajo

Porque hay una ley que hace que caigan

Porque los cuerpos siguen la línea de la curvatura del espacio

 

Como establecimos más arriba, ninguna explicación es una explicación es si misma; sólo es información que nos deja conformes porque se encuadra en nuestro criterio de validación. Si no nos deja conformes, seguimos preguntando. Por ejemplo, podemos preguntar ¿por qué caen los cuerpos si nada material los tira hacia abajo como una cuerda por ejemplo?. En este caso a quien formula la pregunta no le basta lo de la fuerza, porque su cuestionamiento está asociado a la experiencia de que cuando un cuerpo se acerca a otro, debe haber una conexión física entre ellos. Sea como sea, a los cuerpos les importa poco nuestras explicaciones. Ellos simplemente caen !!!.

 

Una interesante y reveladora experiencia sobre este asunto viví hace unos años llegando al aeropuerto de Narita, en Tokio.  Comenzando el otoño ya recogiendo el equipaje de mano para bajar del avión miré por la ventana y advertí que era casi de noche, el cielo estaba oscuro, entonces miro la hora y constato que son las 5:30 PM. Como me pareció extraño que a esa hora estuviese casi de noche, en la puerta del avión le pregunto a la azafata ¿por qué está oscuro?, esperando una respuesta asociada a alguna condición geográfica que yo desconocía relacionada con las coordenadas de Tokio, algún tipo de acuerdo horario especial o algo similar. Sin embargo para mi sorpresa la azafata sonrió y me respondió: "porque son las 5:30 señor".

 

Al principio la respuesta me dejó algo atontado: Yo pretendía una explicación sobre las razones de la escasa luminosidad a las 5:30 y la respuesta es "porque son las 5:30", es decir, no obtuve una explicación, pero para la azafata esa si constituía una explicación !!.

 

Una reflexión posterior me ayudó a considerar que la respuesta de la azafata estaba poniendo de manifiesto el hecho de que siempre explicamos experiencias y lo hacemos con elementos de nuestra propia experiencia.

 

Yo había querido explicar la experiencia de estar oscuro a las 5:30 y al formular la pregunta a la azafata, ésta respondió con elementos de su propia experiencia y la experiencia de ella es que a las 5:30 está oscuro en Tokio por lo que su respuesta fue "porque son las 5:30". Sin embargo, mi experiencia es que a las 5:30 está claro en Santiago de Chile por lo que esperaba que la respuesta incluyera elementos relacionados con experiencias distintas como por ejemplo acuerdos horarios estacionales u otro fenómeno similar.

 

Lo revelador del asunto es que lo que para algunos es una explicación, para otros no lo es y estar conscientes de ello nos ayuda a considerar que no explicamos realidades, sino que explicamos experiencias y que todas las explicaciones son válidas en el ámbito de experiencias en que son explicadas aunque no todas son útiles para lograr lo que deseamos que suceda. Pretendemos que existe un vínculo entre las explicaciones y el acontecer pero las explicaciones y el acontecer habitan en mundos distintos.

 

Conectando esto con el hábito de fumar podríamos entonces explicar el hecho de que usted no ha dejado de fumar así:

 

La respuesta suya: "porque es difícil"

La respuesta mía: "porque no ha tomado la decisión"

 

Ambas respuestas son legítimas pero la mía es más útil. Usted explica con elementos de su experiencia (le cuesta) y yo con elementos de mi experiencia (basta tomar la decisión).

 

Aún más, la existencia de una explicación de algo depende de si me hago preguntas o no sobre ese algo. La explicación sobre el propósito del hombre sobre la tierra es necesaria para quien se pregunta por dicho propósito, otros no se lo preguntan ya que no piensan que el hombre tenga que tener un propósito sobre la tierra.

 

Se ha preguntado usted "¿por qué me hago preguntas?", si es así, probablemente tendrá una de las miles de respuestas que hay, si no es así, entonces no tiene una explicación simplemente porque no existía la pregunta.

 

A la luz de las consideraciones anteriores cómo podemos responder la pregunta:  ¿Por qué no he dejado de fumar?

 

-         Porque es difícil

-         Porque no puedo contener los deseos de fumar

-         Porque soy irresponsable conmigo

-         Porque el entorno social no me lo permite

-         Porque no puedo

-         Porque necesito el cigarrillo

-         Porque la nicotina es adictiva

-         Porque no tengo fuerza de voluntad, etc.

 

Observe que estas respuestas tienen las siguientes características:

 

1.- Todas son coherentes (lógicamente aceptables)

2.- Constituyen la justificación y la explicación del fumador

3.- Hacen referencia a condiciones no-controlables (propias o del entorno)

4.- Todas se refieren al pasado inmediato o mediato

 

Que sean coherentes nos muestra que podemos explicar el fenómeno de miles de formas sin violar las reglas de la lógica y pone de manifiesto la estrecha relación entre el contenido de las explicaciones y la emocionalidad que las produce. Por otra parte nos invita a considerar que si no adoptamos una explicación útil para nuestro propósito, de poco sirve explicar, ya que el hábito de fumar se sigue riendo de nosotros como diciendo "explícame como quieras pero sigo vigente".

 

Que las respuestas se constituyan en la justificación y la explicación del fumador significa por una parte que éste cuenta con una coartada para desligarse de la responsabilidad que le cabe por mantenerse fumando y, por otra parte, que la explicación en este caso es una traba para dejar el hábito.

 

Continuando con el análisis, el que las respuestas hagan referencia a condiciones no-controlables -propias o del entorno-, nos habla de que el individuo considera que su conducta es función de sus condiciones y no de sus decisiones. El fumador no siente que esté en sus manos el generar condiciones distintas de las que vive. Está "desapropiado", es decir, no se siente responsable de lo que le pase.

 

Además, el hecho de que todas las respuestas se refieren al pasado inmediato o mediato indica que el individuo justifica su futuro con base en el pasado desvinculando nuevamente su futuro de las propias decisiones. Él se considera un producto de la estadística.

 

Francisca me dijo una vez: "papá, ingresé a una difícil carrera universitaria; estadísticamente al final del primer año sólo aprueba el 20 % de los que entraron, por lo que la probabilidad de que yo fracase este año es de 80 %".

 

Yo le dije; "tú no eres una estadística, eres Francisca, las estadísticas no deciden lo que pasará en el futuro contigo, hablan del pasado y de las decisiones que se tomaron en el pasado. Quizás están bien para una descripción periodística y para considerar información que permita diseñar el futuro". Luego agregué la siguiente pregunta: "Francisca, qué me dirías si te pregunto cuál es la probabilidad de que tú estés dentro del 20% que tiene éxito?" y ella responde: "es alta esa probabilidad, porque soy estudiosa".

 

Entonces la probabilidad específica para Francisca de fracasar no es 80% porque depende de ella, no de la estadística.

 

Las predicciones en tanto son afirmaciones cuya veracidad puede comprobarse tiempo después de formulada la declaración, sirven cuando no podemos tener control sobre los acontecimientos cuyo resultado se pretende predecir, pero no sólo carecen de utilidad sino que se transforman en una traba para lograr resultados cuando el motor de los acontecimientos es la voluntad humana, es decir, cuando hay control de los acontecimientos.

 

Podemos predecir un eclipse afirmando por ejemplo "mañana se verificará un eclipse de sol a las 10:23 AM", porque no podemos influir en ese acontecimiento. Si el eclipse ocurre exactamente a la hora calculada podemos incluso felicitar a los astrónomos que realizaron la predicción, pero tiene poco sentido predecir que dentro de 5 segundos levantaré mi brazo derecho, porque eso depende enteramente de mi voluntad. Nadie posteriormente me felicitaría por lo acertado de la predicción.

 

Predices el futuro o lo diseñas, pero no ambas. Es una u otra cosa ya que de lo contrario hay "conflicto de intereses".

 

De la misma manera, cuando revisamos una publicación que dice que sólo el 5% de quienes intentaron dejar de fumar lo logran, ¿significa que tenemos un 5% de probabilidades de tener éxito?, definitivamente NO.

 

Nuestro enfoque debe ser éste:  "yo estaré con absoluta seguridad entre los que tuvieron éxito porque lo acabo de decidir".

 

Sin embargo no debemos concluir, por el hecho de que las cosas tengan múltiples respuestas o explicaciones, que las explicaciones no sirven. Muy por el contrario, son las explicaciones que le damos al acontecer lo que guía nuestro actuar y lo importante es adoptar aquella explicación que sirve a nuestros objetivos.

 

Hagamos un paréntesis para precisar que "explicación" y "justificación" no es lo mismo, aunque normalmente las mezclamos.

 

Supongamos que usted es el encargado de la sucursal de un banco y un desafortunado día domingo mientras la sucursal está vacía, cae una avioneta accidentada sobre el recinto, destruyéndolo. El lunes en la mañana, se hace presente el gerente del Banco y pregunta ¿quién es el responsable?..Yo señor, responde usted. Qué sucedió aquí ?, pregunta él y usted le explica que cayó una avioneta. Luego de echar un vistazo el gerente le expresa su preocupación por lo sucedido y le pide a usted que se encargue del asunto para poner en operación nuevamente la sucursal lo antes posible.

 

En este caso, la explicación de los destrozos es la caída de la avioneta, lo que significa que la caída de la avioneta es el mecanismo que genera la situación explicada y ese mecanismo se constituye en explicación en la medida que es aceptada por los involucrados, en este caso, usted y el gerente del banco.

 

¿Por qué el gerente no lo despidió a usted si es usted el responsable de la seguridad e integridad de la sucursal?….porque el gerente evalúa que la caída de la avioneta es un hecho que está más allá de las situaciones que usted puede controlar como encargado de la seguridad e integridad de la sucursal del banco, es decir, además de ser una explicación, la caída de la avioneta constituye una justificación.

 

Ahora supongamos que es viernes en la tarde, falta apenas media hora para cerrar la sucursal y sólo queda en el banco usted y el subjefe. Suena el teléfono y es su esposa que le recuerda que tiene que comprar un regalo para su hija que ese día se gradúa y usted lo había olvidado y no puede esperar, entonces le encarga al subjefe que active la alarma y cierre todo.

 

El domingo la policía telefonea a su casa pidiéndole que acuda a la sucursal porque ha habido un robo. Usted llega y comprueba que han robado la caja fuerte, computadores, documentos de valor, etc., y que han hecho muchos destrozos. Para tener información más precisa llama al subjefe quien le confiesa que olvidó activar la alarma el viernes antes de cerrar.

 

A los pocos minutos aparece el gerente del banco y pregunta ¿quién es el responsable?..yo señor, responde usted. ¿Que sucedió aquí?, pregunta él y usted le explica que robaron la sucursal porque el viernes usted debió dejar la oficina media hora antes por un problema privado y la persona a la que usted le encargó activar la alarma olvidó hacerlo, entonces el Gerente General lo despide a usted de inmediato.

 

¿Por qué lo hace si hay una explicación como en el caso de la avioneta?, ¿por qué lo hace si también hay un mecanismo (la alarma no fue activada) que genera lo explicado y probablemente tanto usted como el gerente están de acuerdo en que esa es la explicación?,….. porque para el gerente esa no es una justificación, es decir, el gerente no evalúa que el olvido de activar la alarma (la explicación) sea es un hecho que esté más allá de las situaciones que usted puede controlar como encargado de la seguridad e integridad de la sucursal del banco. En este caso, la explicación y la justificación no coinciden, no son lo mismo.

 

En la vida cotidiana son las emociones las que determinan la coincidencia entre explicación y justificación, como también las emociones definen en última instancia el contenido de la explicación y el de de la justificación. Cuando olvidamos algo relativamente importante como por ejemplo el cumpleaños de una persona cercana y al día siguiente nos encontramos con esa persona ¿qué hacemos?. Inmediatamente le decimos:  "disculpa, ayer estuve tan ocupado que no encontré un minuto para llamarte y saludarte", es decir, le damos una explicación, pretendiendo que también la asuma como justificación, intentamos hacer coincidir la explicación (no hubo tiempo para llamar y saludar) con la justificación (ídem). Sin embargo, nuestro amigo, sentido por lo que considera una descortesía, nos reprocha: "cómo no ibas a tener dos minutos para darme aunque fuera un breve saludo". Como vemos para él la explicación sobre el exceso de trabajo no justifica nuestra actitud. Es posible que para el afectado la explicación sea otra; que somos ingratos o que mostramos poco interés por él, por ejemplo.

 

Nótese que es posible estar o no estar de acuerdo respecto de una justificación ya que ésta es un juicio del individuo al que le corresponde evaluar (en el ejemplo del banco, el gerente), sobre el grado de participación del individuo y lo apropiado de esa participación en el hecho explicado.

 

En general podemos estar o no estar de acuerdo ya sea con una explicación o con una justificación como así, podemos considerar o no que hay coincidencia entre justificación y explicación. Cuando usted al llegar a una esquina no advierte que hay un disco PARE, avanzando sin detener el vehículo y el policía que lo detiene unos metros más allá le dice "usted no respetó el disco pare", probablemente lo primero que usted dirá es "no lo vi". Usted en este caso espera que "no li vi" sea una explicación y una justificación. Para su desgracia con suerte esa será aceptada por el policía como una explicación, pero no una justificación.

 

Volvamos al tabaquismo.

 

Dos posibles respuestas aceptables para la pregunta ¿por qué no he dejado de fumar?:

 

1.- Porque es difícil

2.- Porque no he tomado la decisión

 

Ambas son respuestas tan comunes como aceptables: ¿cuál adoptar?. Claramente la segunda nos ayuda más a dejar el hábito que la primera.

 

El enfoque tradicional sobre el asunto del tabaquismo aporta información meramente descriptiva y explicativa, restando potencia a aquello que finalmente determina la conducta humana, la voluntad. Es cierto que fumar expone el cuerpo a sustancias químicas que producen cáncer, que el monóxido de carbono que se inhala es dañino, que se afectan los sentidos del gusto y el olfato, etc. Pero establecer que la nicotina es la responsable de que la persona continúe fumando ocasiona más daño que el propio hábito de fumar porque "des-responsabiliza" a quien en definitiva toma las decisiones: el propio individuo.

 

La nicotina no es la que produce la adicción en el sentido de que la adicción es una condición estadística, es una interpretación ex post de los resultados de su consumo, no ligada a la voluntad del individuo más que por un asunto de grado. Habría que decir que es el individuo el que se provoca la adicción con la nicotina.

 

Las respuestas que el enfoque ortodoxo del problema da a las interrogantes sobre por qué fumamos, sobre por qué hay que dejar el cigarrillo, etc., no nos ayudan a tomar la decisión, sólo justifican al fumador. Se analiza el problema describiendo una serie de fases por las que pasa el fumador en su tránsito hacia la independencia del cigarrillo, se dan una infinidad de recetas para dejar el vicio pero todas estas recetas descansan, en ultima instancia, en la voluntad del individuo y sólo logran hacer más largo, tedioso e improbable el camino hacia el éxito.

 

Atendiendo a la distinción entre explicación y justificación, ¿cómo podríamos ahora justificar las explicaciones 1 y 2 dadas para responder la pregunta "por qué no he dejado de fumar" ?. Como ya establecimos, las explicaciones podrían o no coincidir con las justificaciones y recordemos que las justificaciones son una opinión del evaluador sobre lo apropiado de la actuación del afectado respecto de una cierta situación. Entonces la explicación "porque es difícil" ¿es una justificación para no dejar de fumar ?. Para los fumadores la sentencia "porque es difícil" normalmente es ambas cosas.

 

Si escuchamos que alguien nos dice "no he dejado el cigarrillo porque es difícil" normalmente nos quedamos tranquilos con esa respuesta: la hacemos nuestra, pero esta doble característica de justificación y explicación sin embargo, es lo que nos deja completamente sin salida. En efecto, los fumadores tienen "la" explicación y además consideran que su situación se justifica. Cuál es el resultado ?…. seguir fumando !!, es más que evidente. El fumador que actúa al amparo de este enfoque está guiado por la emoción de la certeza sobre sus explicaciones, ayudado por la emoción del miedo a sufrir.

 

Más grave se vuelve la situación cuando es el propio psiquiatra quien considera como válidas la explicación y la justificación del fumador ya que refuerza las convicciones del afectado quien (erróneamente) concede autoridad técnica al especialista para establecer la "veracidad" de las explicaciones y justificaciones.

 

La explicación "porque no he tomado la decisión" es a todas luces más adecuada al objetivo de dejar el cigarrillo y observe el lector que dicha explicación anula de manera instantánea toda justificación. En efecto, si la explicación es: "porque no he tomado la decisión" (y no "porque es difícil"), entonces no hay justificación. Como dijimos antes, cuando uno explica algo pretende que ese algo sea una justificación, pero nótese que en este caso ese efecto no se produce. Si usted le explica a alguien "no he dejado de fumar porque no he tomado la decisión", ese alguien no asumirá de inmediato esa explicación como una justificación y probablemente hará una de dos cosas: a).- preguntará de inmediato "y por qué no has tomado la decisión" o b).- concluirá que usted no desea dejar el tabaco. Esto es así porque si el afectado por una parte desea dejar el tabaco, por otra parte la explicación no es el grado de dificultad y lo que falta es sólo la decisión, entonces no tiene sentido más que tomar esa decisión de inmediato o asumir decididamente que el fumador es un contumaz sin remedio.

 

A mi juicio lo poderoso del enfoque propuesto aquí es que pone el énfasis en la concepción de que son nuestras decisiones las que modelan nuestras condiciones y no a la inversa, volviendo el centro de la atención sobre el problema al grado de auto-responsabilidad del individuo. Esto no funciona sólo para cambiar hábitos "adictivos" como el fumar, sino que para modificar cualquier conducta humana destinada a mejorar nuestra calidad de vida y hacernos más felices.

 

Deberíamos cambiar la forma de declarar el problema. En vez de decir "el problema del cigarrillo" deberíamos decir "el problema de la decisión sobre el fumar".

 

Cambiamos entonces la pregunta "¿Por qué es difícil dejar de fumar?" por la pregunta "¿Por qué las personas normalmente se relacionan con el dejar de fumar a través de la dificultad para tomar la decisión?", adoptando la respuesta siguiente: Porque la propuesta explicativa de su propia experiencia, se fundamenta en la realidad objetiva en virtud de la cual el juicio de dificultad se presenta como  la constatación de un hecho objetivo y no como una interpretación del fumador, no como la manera en que éste se relaciona con el fumar. Dicha constatación se constituye en una traba para el ejercicio de la voluntad del individuo como motor de su conducta.

 

El cambio de la pregunta permite trasladar la responsabilidad de dejar el hábito al propio individuo haciéndolo a él responsable de permanecer consumiendo cigarrillos, exime de toda culpa a las condiciones externas, le entrega la decisión a la mera voluntad del afectado, le quita el rol de espectador y le entrega el de diseñador de su futuro.

 

Al mismo tiempo transporta la estrategia "cambiar las condiciones objetivas" hacia "modificar la interpretación sobre el fenómeno".

 

El resultado final es que al cambiar la pregunta centrada en la dificultad por aquella asociada a la relación entre hábito e individuo, cambiamos la solución desde "ponerse un parche nicotinoso" (por ejemplo) a "tomar una decisión" usando nuestra libertad de decidir y modificar nuestras condiciones.

 

No debemos sentar en el banquillo de los acusados al acusado equivocado. Somos nosotros los que debemos estar ahí.

viernes, 10 de octubre de 2008

La muerte: esa experiencia que nunca viviremos

La muerte es una experiencia que nadie tendrá nunca. Si, nunca. Parece una declaración muy extraña pero es así. Por lo tanto, no hay que temerle a la muerte.

Es sensato temerle a una experiencia que jamás tendremos ? a algo que jamás viviremos ?

Sobre el frío tema de la muerte parece haber dos líneas básicas de creencias: La primera (trascendental) es más bien religiosa y dice que no morimos, simplemente cambiamos de estado. El cuerpo se queda aquí en la tierra pudriéndose, pero continuamos un camino eterno con nuestra alma y nuestro espíritu. Según esta creencia por lo tanto, la muerte no existe y sólo hay un paso a otra vida. Luego no podemos temerle a la muerte ya que ella no se produce nunca.

La segunda línea establece que dejamos de existir en algún momento. Al producirse la muerte no hay nada más. Después de la vida no se conserva nada. Simplemente ya no existimos. Luego, tampoco podríamos temerle a la muerte ya que no hay posibilidad de vivir la experiencia de estar muerto. No hay ninguna "vivencia" sobre estar muerto dado que, para experimentar algo, debemos estar vivos.

Pero siempre hemos escuchado hablar sobre el temor a la muerte. Diríase que culturalmente es un temor presente en todos los tiempos, sin embargo si lo pensamos detenidamente resulta paradojal tener miedo de algo que jamás viviremos. Algo que no podríamos experienciar, salvo que estuviéramos vivos. Entonces, a qué le tememos ?. Podríamos eventualmente trabajar sobre esta emoción que nos atormenta e intentar otra mirada menos nociva sobre la muerte ?

Todos nuestros temores cotidianos están asociados a vivencias que no queremos tener, a experiencias que no quisiéramos vivir como la pena por la pérdida de un ser querido, dolor físico, soledad, desesperanza, en fin. Pero para vivir una experiencia necesariamente hay que "permanecer existiendo". No es posible que alguien que murió "viva" experiencia alguna porque ese alguien ya "no es". Cómo podríamos entonces tener miedo de la no existencia ?. Como sea, hay un miedo que declaramos cuando pensamos en la muerte, hay algo ahí a que nos asusta, nos inquieta y eso es indiscutible. Qué es ?

Algunos argumentan que es un "temor a lo desconocido", pero entonces no corresponde a un temor a la muerte. En este caso tenemos la sospecha de que en realidad no morimos, de que hay otra vida desconocida que podría depararnos sufrimiento. Quienes aseguran que la muerte no es más que un cambio de estado fundan su temor en la manera en que seremos juzgados por el Creador. Siempre escuchamos que el pecador sufrirá terribles castigos "después de la muerte". Visto así, la muerte entendida como "fin del ser" no existe. Es sólo el paso a otra etapa de la vida, un cambio de estado, una mudanza a la "mansión eterna", por lo que cabe la posibilidad de que pudiéramos vivir después una experiencia de sufrimiento. Descartamos entonces el "temor a la muerte" y lo reemplazamos por un temor al sufrimiento que podríamos experimentar en esa otra vida o en esta vida antes de transitar a la otra.

Para quienes conciben la muerte como el "fin de la existencia", el momento en que el ser humano desaparece como tal y luego no hay nada más, el temor se funda curiosamente en el mismo elemento: el sufrimiento. La diferencia estriba en que dicho sufrimiento no se vive "post mortem"; se vive antes de la muerte y puede estar asociado a la preocupación por los seres queridos, al sufrimiento previo a la muerte como producto de una enfermedad, un accidente, etc. También habría entonces que concluir que el temor no es a la muerte sino al sufrimiento. No sería un temor a la muerte misma ya que al fenecer el individuo que teme dejará de existir y no habría nadie que pudiera sufrir.

El miedo entonces nunca es un miedo a la muerte. Es un miedo a experimentar algún tipo de sufrimiento, ya sea en esta o en la otra vida (para los que creen en ella) o antes de morir (para los que no creen en otra vida).

Conclusión, si usted es creyente sabe que no va a morir nunca. Ahora si usted cree en la muerte puede olvidarse de ella porque nunca la va a vivir. La muerte no le ocurre a nadie. Sólo nos ocurre la vida, hasta el momento en que ya no nos ocurre más.