La famosa frase de Voltaire "no comparto tu opinión pero daría mi vida por defender tu derecho a expresarla" parece un homenaje a la tolerancia. Y para muchos lo es. Sin embargo se exhibe en el mural de la historia como una figura lingüística estética que de poco ha servido en términos prácticos para alimentar el cariño y contribuir a la armonía entre los seres humanos. Y quizás el problema estriba en nuestra idea de tolerancia.
A qué nos referimos cuando hablamos de tolerancia ? qué tipo de acción esperamos de aquél al que llamamos tolerante o de quien exigimos tolerancia ? Como afirma R. Echeverría las emociones y los estados de ánimo son esencialmente incomunicables y suponemos que dos individuos sienten lo mismo por el tipo de conducta esperable asociada a una emoción. La tolerancia es un estado de ánimo, una disposición automática a la acción pero, qué acción ? Si afirmo que soy tolerante implícitamente estoy diciendo que actúo de cierta forma, que frente a ciertas situaciones respondo de determinada manera: de qué manera ?
Los seres humanos no han mostrado a lo largo de su historia una actitud de tolerancia y en los últimos tiempos se ha desdibujado aún más esta característica que pretende ser una virtud. El histórico conflicto árabe-israelí no es precisamente un ejemplo de esa virtud. Tampoco constituye un ejemplo el mensaje de Bush "somos el faro más brillante de la libertad y oportunidad en el mundo y nadie hará que esa luz deje de brillar", sin perjuicio de la legitimidad de sus deseos y valores. Tampoco se observa tolerancia en la filosofía de Osama Bin Laden ni en los planteamientos religiosos que sustentan su actuar. En el escudo Chileno está inscrita una leyenda que reza "por la razón o la fuerza". En 1973 dos grupos de chilenos no se toleraron más ..... en fin, los ejemplos son muchos y refuerzan la convicción de que la tolerancia es una virtud sumamente esquiva y resbaladiza.
La tolerancia entendida como la entendemos hoy definitivamente no sirve. No se trata más que de una suerte de resignación a convivir con un "equivocado". Y esta resignación está basada más bien en la precariedad de las capacidades de ataque necesarias para actuar en contra del "equivocado" que en una saludable intención de vivir en armonía. Hablar de tolerancia hoy es en realidad hablar de una "negación postergada" del otro (Maturana). Postergada porque hoy te "aguanto" pero sólo hasta que dure mi paciencia. Y cuando se trata de grandes conglomerados políticos o países, esa paciencia es inversamente proporcional al potencial bélico.
Esta concepción poco útil de tolerancia descansa en la propia forma en que los seres humanos observamos y nos observamos a nosotros mismos. Creemos que tenemos acceso a verdades objetivas, a realidades independientes de nosotros en cuanto observadores y actuamos amparados en la convicción bipolar de que tenemos la verdad o de que estamos equivocados. Si estamos conectados con la verdad, negamos al otro deslegitimándolo. Si nos juzgamos equivocados, nos negamos a nosotros mismos. Es decir, no aceptamos que aquello a lo que llamamos equivocación no es más que una forma distinta pero válida de ver el mundo, de explicar las cosas. Ni siquiera nos lo aceptamos a nosotros mismos !. Visto así el panorama, pierde sentido el "encontrar razón" o el "estar en lo correcto" o el "estar equivocado" y, en consecuencia pierde significado la "tolerancia". Qué sentido tendría tolerar a otro si pienso que su visión es tan legítima o válida como la mía ? (aunque no necesariamente deseable); la tolerancia desaparecería como distinción lingüística.
La tolerancia sólo puede existir si existen quienes se consideran con el privilegio de "estar conectados con la verdad". La sola presencia de la idea de tolerancia, refleja las profundas contradicciones humanas ya que si éstas se disiparan, la tolerancia se volvería consustancial al actuar y dejaríamos de distinguirla. Resulta paradojal pensar que cambiando nuestra mirada ontológica sobre el acontecer -conjurando la existencia de verdades absolutas- se diluiría la propia tolerancia. Dejaría paso a una tolerancia “benigna” en calidad de característica inherente de los seres humanos, hija y catalizadora del amor, ese amor que, como sugiere el título de un libro de Maturana, es uno de los fundamentos olvidados de lo humano.
A qué nos referimos cuando hablamos de tolerancia ? qué tipo de acción esperamos de aquél al que llamamos tolerante o de quien exigimos tolerancia ? Como afirma R. Echeverría las emociones y los estados de ánimo son esencialmente incomunicables y suponemos que dos individuos sienten lo mismo por el tipo de conducta esperable asociada a una emoción. La tolerancia es un estado de ánimo, una disposición automática a la acción pero, qué acción ? Si afirmo que soy tolerante implícitamente estoy diciendo que actúo de cierta forma, que frente a ciertas situaciones respondo de determinada manera: de qué manera ?
Los seres humanos no han mostrado a lo largo de su historia una actitud de tolerancia y en los últimos tiempos se ha desdibujado aún más esta característica que pretende ser una virtud. El histórico conflicto árabe-israelí no es precisamente un ejemplo de esa virtud. Tampoco constituye un ejemplo el mensaje de Bush "somos el faro más brillante de la libertad y oportunidad en el mundo y nadie hará que esa luz deje de brillar", sin perjuicio de la legitimidad de sus deseos y valores. Tampoco se observa tolerancia en la filosofía de Osama Bin Laden ni en los planteamientos religiosos que sustentan su actuar. En el escudo Chileno está inscrita una leyenda que reza "por la razón o la fuerza". En 1973 dos grupos de chilenos no se toleraron más ..... en fin, los ejemplos son muchos y refuerzan la convicción de que la tolerancia es una virtud sumamente esquiva y resbaladiza.
La tolerancia entendida como la entendemos hoy definitivamente no sirve. No se trata más que de una suerte de resignación a convivir con un "equivocado". Y esta resignación está basada más bien en la precariedad de las capacidades de ataque necesarias para actuar en contra del "equivocado" que en una saludable intención de vivir en armonía. Hablar de tolerancia hoy es en realidad hablar de una "negación postergada" del otro (Maturana). Postergada porque hoy te "aguanto" pero sólo hasta que dure mi paciencia. Y cuando se trata de grandes conglomerados políticos o países, esa paciencia es inversamente proporcional al potencial bélico.
Esta concepción poco útil de tolerancia descansa en la propia forma en que los seres humanos observamos y nos observamos a nosotros mismos. Creemos que tenemos acceso a verdades objetivas, a realidades independientes de nosotros en cuanto observadores y actuamos amparados en la convicción bipolar de que tenemos la verdad o de que estamos equivocados. Si estamos conectados con la verdad, negamos al otro deslegitimándolo. Si nos juzgamos equivocados, nos negamos a nosotros mismos. Es decir, no aceptamos que aquello a lo que llamamos equivocación no es más que una forma distinta pero válida de ver el mundo, de explicar las cosas. Ni siquiera nos lo aceptamos a nosotros mismos !. Visto así el panorama, pierde sentido el "encontrar razón" o el "estar en lo correcto" o el "estar equivocado" y, en consecuencia pierde significado la "tolerancia". Qué sentido tendría tolerar a otro si pienso que su visión es tan legítima o válida como la mía ? (aunque no necesariamente deseable); la tolerancia desaparecería como distinción lingüística.
La tolerancia sólo puede existir si existen quienes se consideran con el privilegio de "estar conectados con la verdad". La sola presencia de la idea de tolerancia, refleja las profundas contradicciones humanas ya que si éstas se disiparan, la tolerancia se volvería consustancial al actuar y dejaríamos de distinguirla. Resulta paradojal pensar que cambiando nuestra mirada ontológica sobre el acontecer -conjurando la existencia de verdades absolutas- se diluiría la propia tolerancia. Dejaría paso a una tolerancia “benigna” en calidad de característica inherente de los seres humanos, hija y catalizadora del amor, ese amor que, como sugiere el título de un libro de Maturana, es uno de los fundamentos olvidados de lo humano.
1 comentario:
Te dejo un pensamiento ,para conversar sobre nosotros los humanos ,que se presentó a mi memoria leyendo tu artículo
Lo dijo el papa Juan XXIII,
"-Busquemos lo que nos une y no lo que nos separa"
Suena simplista , yo lo siento profundo.
Excelente todo el desarrollo de los temas que tratas.
Un saludo desde Argentina
Publicar un comentario