sábado, 6 de agosto de 2011

EL TABAQUISMO NO ES UN PROBLEMA MEDICO

La medicina y los laboratorios lo han medicalizado

El 90% de los que dejan el cigarrillo lo hacen por voluntad propia, de un día para otro y más de la mitad de ellos declara que no fue en absoluto difícil.

Detrás de estos datos se esconde una característica poco conocida de la consciencia humana que puede ser la clave para eliminar el hábito de fumar y es el hecho de que no son los fármacos o las terapias las que han gatillado la decisión de suspender el consumo de cigarrillos, sino que ha sido la mera voluntad, cuando ella se manifiesta en el individuo como jugando un rol activo.

El hecho de que la voluntad -motor del proceso de toma de decisiones- juegue un rol activo o pasivo, depende a su vez, del la perspectiva ontológica desde la que el individuo se ve a si mismo y al entorno. De la forma en que éste se explica a si mismo y a su entorno. Esta mirada, es decir, la manera cómo el individuo explica su dinámica general como ser humano y específicamente, su propio actuar, le provee de una explicación u otra sobre por qué no puede dejar de fumar. De esa mirada depende la interpretación que el adicto tenga sobre si la "dificultad" es una característica inherente al hábito o es una forma de relacionarse con él. Le dice si la libertad para decidir es una característica objetiva independiente del observador o una manera de relacionarse con las acciones que lo mueven en su vida cotidiana. En general, le provee de la clase de interpretación sobre los fenómenos, que configuran sus líneas de acción

Todas las terapias ya sean psicológicas, conductuales, farmacológicas, consideran implícitamente que el individuo tomará la decisión por el miedo a las consecuencias negativas y que el hábito es función de la intensidad de los deseos de fumar la que, a su vez depende del grado de adición.

Terapias psicoconductuaes: El individuo sufre porque es víctima de la "dificultad de dejar el cigarrillo" entendida erróneamente como característica constitutiva del hábito y no como una característica de la relación hábito-individuo. La terapia le "ayuda" a mantener la decisión de dejar el tabaco.

El lado morboso de este enfoque es que la decisión de suspender el cigarrillo representa una obligación dolorosa impuesta por una circunstancia externa, evitando "tragedias" mayores. La decisión es una decisión neurótica porque no armoniza con sus emociones. Hay una tensión fuerte entre los deseos de fumar y el miedo a las consecuencias.

Terapias farmacológicas: Operan de manera similar, con la diferencia de que se aprovecha la tecnología de mitigación de las ansias de fumar y el síndrome de abstinencia. Son utilizados en las terapias farmacológicas bajo el supuesto implícito de que los deseos de fumar son los responsables de la mantención del hábito. Se supone a su vez, que los deseos de fumar tienen como causa única el grado de adición, es decir, la condición psicofísica del adicto. La decisión también es una decisión neurótica porque no armoniza con las emociones del adicto.

Conclusión: la manera más sana y eficaz de dejar el tabaquismo es hacerlo por voluntad propia, motivado por una Intervención ontológica: No es una terapia propiamente tal. Es una herramienta conversacional, lingüística con resultado terapéutico. Se diferencia de la terapia psicoconductual en que opera cuestionando los postulados básicos aceptados a priori sobre los que descansa la interpretación clásica del fenómeno humano y genera una nueva mirada en virtud de la cual el individuo adopta una explicación diferente a la original sobre por qué no puede dejar de fumar, la que le permite tomar con facilidad la decisión al desprenderse de las justificaciones que le hacían mantener el hábito. La explicación nueva sobre por qué no puede dejar de fumar surge de manera natural gracias a que en el individuo se ha constituido la experiencia de sentirse a cargo de lo que hace. Por ello, la nueva explicación se presenta sólo como explicación y no como justificación, es decir, no es una explicación eximente. El individuo deja el hábito del tabaco como consecuencia de una decisión que le parece clara, obvia, lógica y no como una obligación dolorosa impuesta por una circunstancia externa. Es una decisión "saludable", no neurótica.